Hemos encontrado este mas que interesante artículo que nos enseña como debe ser mirado un cuadro. Un post de Guillermo Martí Ceballos, que nos acerca mas al mundo del arte sin necesidad de ser un entendido en arte pictórico. Esperamos que os guste tanto como nos ha gustado a nosotros:
……hay algunos conceptos y reglas que pueden ayudarnos a saber mirar un cuadro y a comprender mejor, no su belleza que como digo se tiene que contemplar con el corazón y la emoción subjetiva de cada uno, sino más bien a analizar el porqué y cómo un artista consigue mediante una serie de elementos y técnicas (podríamos decir en un sentido más vulgar “trucos) atraer la atención del espectador y crear una armonía en la superficie pictórica.
EL TEMA O MOTIVO
El tema o motivo de la obra tiene a mi entender una importancia relativa. Lo más importante es cómo se pinta y no qué es lo que se pinta. Sobre este tema ya he comentado mi parecer en “Realismo, expresionismo y abstracción”. Sin embargo aunque para mi el motivo tiene una importancia relativa, sí que deben evitarse algunas temáticas desfasadas, absurdas, rebuscadas, cursis e incluso desagradables; por ejemplo hay algunos pintores que pintan escenas propias del siglo XIX, carrozas con caballos y gente vestida de otras épocas; a mi entender un artista debería elegir los motivos adaptados a su tiempo. Otros pintan escenas y temáticas plagiadas como por ejemplo mujeres vestidas de blanco en la orilla del mar, mediocres imitaciones de Sorolla de una cursilería patética y también fuera de lugar; los hay que pintan caballos blancos galopando por un lago o casitas bucólicas inexistentes en paisajes de cuentos para niños de mala calidad. En la mayoría de los casos esos temas son pintados con colores irreales y faltos de armonía, con pincelada manierista y relamida. No os dejéis impresionar por estas estampas bucólicas, “cromos” yo los llamo, que carecen de cualquier interés o valor artístico. Por motivos obvios no voy a poner ningún ejemplo, pero muchos de vosotros ya sabéis a que me refiero; prefiero mostraos a continuación un ejemplo de como un tema común puede ser elevado a la categoría de obra de arte.
Firma de Cézanne, sobria, elegante y discreta |
EL DIBUJO
El dibujo (“la importancia del dibujo”) es lo primero que un artista debe aprender, sin un buen dibujo, que es la base de cualquier representación figurativa, todo se viene abajo. Pero esto no quiere decir que el dibujo deba ser “perfecto”, el dibujo debe ir en función del color, es decir, cuando un artista ya ha aprendido la técnica del dibujo, las proporciones y el trazo ágil, puede permitirse según su criterio deformar y exagerar las formas reales para dar más expresividad al motivo, pero como digo más arriba, en función de la deformación del dibujo deberá alterarse el color real para adaptarlo a dicha deformación; un dibujo realista con colores irreales o demasiado brillantes resultará desagradable o chocante en nuestra mente, si alteramos premeditadamente el dibujo podemos y debemos hacer lo mismo con los colores para que su coherencia se corresponda, eso no causará desasosiego en nuestra mente.
Dibujos de Jules David y Gustave Doré donde se impone la línea y el trazo detallista pero lleno de movimiento y expresividad. |
Obras del gran dibujante francés Honoré Daumier que nos demuestra que también con la mancha se puede dibujar. |
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EL COLOR
El color es a mi entender el elemento más importante del cuadro ya que con él se puede, además de contribuir a la composición de la superficie y dibujar mediante la superposición de los diferentes valores y tonos, transmitir emociones y sensaciones al igual que se hace con la música. Sobre el color también existen numerosos tratados y libros que nos pueden ayudar a conocer su complejidad (os sugiero “El color de Betty Edwards, el libro de la autora de “Dibujar con el lado derecho del cerebro”, el cual también os recomiendo), pero en este escrito no pretendo ni estoy capacitado para profundizar en este tema tan complejo, sino exponeros brevemente algunos conceptos quizás algo menos técnicos que pueden ayudaros a distinguir la manera de valorar y de ver la calidad o no de una obra de arte.
Aun siendo el color algo muy subjetivo, también existen unas reglas que explican cuales son las relaciones entre los colores que son armoniosas o no, pero al ser infinitas estas combinaciones es imposible resumirlas, de todas formas ya os he comentado que todas estas teorías las podéis encontrar en la extensa literatura que se ha escrito sobre este apasionante tema. Creo que no existe ninguna receta para crear algo bello y por lo tanto resulta muy difícil explicar como deben estar dispuestos los colores en una superficie para que sean bellos ¿Acaso alguien puede explicarnos el porqué de un buen acorde entre las notas de una melodía? No, es algo que va más allá de nuestros sentidos lo que nos proporciona la sabiduría para discernir lo verdaderamente bello de lo trivial. Cuando uno observa una obra de arte debe mirarla con los ojos de la emoción abiertos y, por el contrario, los de la razón medio cerrados, observarla sin prestar demasiada importancia a los elementos del motivo que la componen (si los hubiere). Si miramos un tapiz, un estampado de un bonito vestido, un atardecer después de la lluvia o una puesta de sol, no estamos observando detenidamente los elementos por separado, sino que nos deleitamos con el conjunto de colores y formas como si fuese un todo, y exclamamos: ¡Qué hermoso!; así debemos observar un cuadro, la pretensión de quererlo analizar todo, buscar imperfecciones, nos lleva a olvidar la obra de manera total, perdiendo así la percepción absoluta que es la disposición de los colores y las formas, que sin duda son la música del cuadro. Sin embargo esto no quiere decir que no debamos fijar nuestra atención, una vez sepamos “ver” el conjunto, en la realización técnica de la obra. Maurice Denis, joven pintor y teórico seguidor del grupo del grupo de los Nabis encabezados por Paul Gauguin nos dice: ¡Recordar que un cuadro-antes de ser un caballo de batalla, una mujer desnuda o cualquier otra anécdota- es esencialmente una superficie de colores y formas colocados con un cierto orden!”
LA TÉCNICA
La técnica será la que cada artista elija según se adapte mejor a su estilo y forma de trabajar, pero no debe influir sobre la valoración de la obra. La mayoría de los “entendidos” consideran que la pintura al óleo es la reina de los pigmentos, sin embargo creo que cada una de ellas (acuarela, gouache, acrílico, pastel, etc.,) puede ser tan valiosa como cualquier otra si se usa conociendo sus características, posibilidades, ventajas y defectos y por supuesto realizando con el medio utilizado una obra con oficio, bella y que nos transmita una emoción.
Edgar Degas (1834 – 1917)
Como podéis apreciar en la técnica al pastel Degas nos demuestra que cualquier medio empleado es tan valioso como los demás en las manos de un maestro
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EL ESTILO
El estilo (“El asunto del estilo”) es un elemento muy importante para aprender a ver y valorar una obra de arte. Hay que tener bien en cuenta que según sea de uno u otro estilo deberá diferenciarse y observarse con diferentes criterios, es decir, cada estilo visualizarlo dentro de su contexto, pero obviamente siempre que dicha obra esté dentro de los cánones de la estética, el buen oficio y del buen gusto. Me voy a referir algunos de los estilos más comunes:
Si el artista se decanta más por un estilo impresionista, deberá continuar siendo fiel al modelo en cuanto a proporciones y perspectiva, pero podrá tener ciertas libertades de ejecución, tales como una simplificación de las formas, fragmentación de la pincelada y un colorido más vibrante y arbitrario, pero ciñéndose a los efectos que produce la naturaleza. El espectador tendrá que tener en cuenta estás libertades, pero deberá observar con exigencia una buena ejecución, seguridad y armonía en la tonalidad general. Muy importante resulta en este estilo de pintura la observación de una luz uniforme, una tonalidad general que impregne toda la obra de manera que todo esté “bañado” por la luz ambiental al igual que la que produce la propia naturaleza. Por ejemplo, un paisaje al atardecer debería estar salpicado en todos sus elementos por los colores anaranjados o rosáceos que tenga el cielo; en muchas ocasiones, un cuadro mediocre pintado en este estilo carece de estos matices produciendo una escena lumínicamente irreal en cuanto a la naturaleza se refiere ya que ésta lo “baña” siempre todo con una luz que armoniza su propia creación. Claude Monet expresa es este sentido esta fugacidad del instante: “Mi fuerza es la de saber pararme a tiempo. Ningún pintor puede trabajar más de media hora al aire libre el mismo tema si quiere ser fiel a la naturaleza. Cuando el tema cambia, hay que pararse.”
En cuanto a los diversos estilos de las primeras vanguardias del siglo XX, en especial el fauvismo, el expresionismo y el cubismo (el surrealismo y el arte abstracto lo trataré más abajo) se caracterizan por un distanciamiento del color real del modelo (color local), y una intención premeditada de alterar las formas de la naturaleza distorsionándolas o deformándolas para conseguir una expresividad y una síntesis mucho más enérgica, en definitiva, el artista tiene libertad para crear, partiendo muchas veces de la realidad, según sus propias sensaciones y emociones; ya no está sujeto a la perspectiva, a las formas reales ni a los colores de la naturaleza.
Una vez entendido este planteamiento, es evidente que el espectador debe juzgar estas obras con un punto de vista mucho más distanciado de los cánones académicos, si no lo hace así la obra se juzgaría con toda seguridad como incorrecta. Pero esto no quiere decir que se juzgue a la ligera y de manera arbitraria, en dicha obra entran en juego también los elementos de composición, dibujo y color como en las obras realistas, únicamente hay que analizarlos en un contexto diferente. La composición debe igualmente ser equilibrada y su “balanza” impecable; el dibujo puede permitirse libertades y no ser “correcto” académicamente hablando, pero debe tener mayor fuerza, rotundidad y una simplificación extra que supla esta “falta” de descripción del objeto otorgándole una mayor expresividad. En cuanto al color, este tipo de obras, deberán ser observadas como un mosaico de bellos colores, armonías luminosas y vibrantes que nos llegan al alma como bellas notas musicales, y esto no es tarea fácil; por otra parte se simplifica en cierta manera la observación ya que no existe la “distracción” del dibujo realista que nos puede hacer exclamar: ¡Qué bien hecho está, es igual que la realidad! Cuantas veces he escuchado esta frase que parece ser tiene muchos adeptos. No, rotundamente no, aquí no se trata de imitar la realidad, sino de transmitirnos con bellas armonías y formas las imágenes que el artista ha tamizado en su interior para mostrárnoslas en su forma más pura, esencial y expresiva. En casi todas estas obras, expresionistas pero también figurativas, los objetos y motivos siguen siendo reconocibles, es ese “crear un elemento nuevo partiendo de la naturaleza”, pero como siempre en toda obra que se precie se deben evitar los errores del mal gusto y las ya mencionadas “faltas de Arte”.
El arte abstracto, del que ya he tratado en “¿Arte abstracto o figuración?” escapa ya a toda forma figurativa reconocible, con lo que la “distracción del dibujo” queda fuera de lugar. Es necesario observar la obra desde una perspectiva mucho más intuitiva, quizás más espiritual, olvidando todo aprendizaje adquirido. Únicamente en las buenas armonías y distribución de las formas y líneas podemos apreciar la obra y valorarla. No hay ninguna norma muy diferenciada respecto a las otros estilos (fauvismo, expresionismo, cubismo) para saber apreciarla, simplemente nos gusta o no, como la música o como si de un estampado se tratase, pero no por ello debemos menospreciarla y rebajarla al grado de pintura decorativa; en mi opinión en cualquier estilo se puede al mismo tiempo realizar una buena obra de arte y ser al mismo tiempo una obra decorativa. Yo particularmente aprecio las obras abstractas en las que se percibe que en la distribución de las formas, colores y líneas hay un orden razonado en el que se aprecia una coherencia, un ritmo que el artista ha tenido que meditar, todo ello en combinación con la intuición y el buen gusto nos da la talla del artista; yo desconfío de esos cuadros “gestuales” en los que todo es caótico, en los que no se encuentra ningún orden ni coherencia y todo parece fruto del azar. Creo que el problema del arte abstracto radica en que al no necesitar del dibujo, oficio que debe aprenderse para cualquier otro estilo, ha habido una avalancha de “artistas” que han creído tener un talento innato iniciándose en este arte sin haber subido los peldaños previos y necesarios para llegar hasta el verdadero conocimiento del oficio de la pintura; nada se aprende sin esfuerzo y dedicación. No debemos despreciar a los verdaderos artistas abstractos sino diferenciarlos bien de los que se aprovechan de la confusión que sufren muchos aficionados por culpa de toda la falsa “literatura” y verborrea engañosa existente en el arte.
Obviamente existen muchos otros estilos y movimientos que derivan de los que he mencionado; el arte es ilimitado, de ahí radica su sorprendente atracción; nunca se acabarán los nuevos creadores que nos deleitan con su propia “caligrafía”, ya que no hay un artista de talento igual al otro. Quizás lo que se me escapa a todo razonamiento artístico y por tanto ni siquiera menciono en este escrito como tema a valorar, es este “arte” tan en boga, tan protegido en la actualidad y desde hace ya más de medio siglo, que yo defino como “ocurrencias vanguardistoconceptuales”. Sobre este asunto, yo mismo y los amigos “Hartistas” ya hemos derrochado mucha tinta. Solo un último consejo: no os dejéis embaucar por la falsa charlatanería de esos “pseudocríticos” especuladores que pretenden injuriar al Arte con semejantes engaños. Fiaos simplemente de vuestro infalible sentido común ya que de esta manera podréis desenmascaralos.
Autor: Guillermo Martí Ceballos via gmarticeballosart
Imagen principal: Jordi Labanda